No puedo imaginar cuánto dinero es 555 millones de pesos. No sé cómo traducirlo a billetes, monedas, bitcoins o acciones. Menos alcanzo a comprender en cuántos litros de leche y kilos de frijoles se corvertirían. A cuántas personas le quitaría el hambre tanto dinero. Este fue el presupuesto que tenía la Secretaría de Desarrollo Social en 2013 para repartir 500 mil paquetes de alimentos, camisetas, gorras y para difundir la Cruzada Nacional contra el Hambre, “una estrategia de política social, integral y participativa” creada por el gobierno de Enrique Peña Nieto para combatir la pobreza extrema.
Todo ese dinero sería una inversión para, como en guerra, combatir y eliminar la pobreza alimentaria de miles de personas, de familias enteras incapacitadas para obtener diariamente la canasta básica, sin embargo, la Auditoría Superior de la Federación confirmó que solo se entregó el 7% de las despensas que supuestamente se habían comprado.
Esta información por sí sola es perturbadora, aunque no novedosa. Sabemos de alguna u otra forma que en todos los gobiernos la corrupción ha sido la protagonista.
Al frente de la Secretaría se encontraba en ese momento Rosario Robles Berlanga. Esta mujer también ha sido protagonista en la historia de la corrupción de México. Rosario fue jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Perredista fundadora, amiga de Cuauhtémoc Cárdenas, el discurso de la izquierda siempre la ayudó para hacerse de capital político, junto con la apropiación del discurso de género. Con el lema Tengo las faldas bien puestas, Rosario se ha acercado a mujeres pobres y ricas, ha buscado el amparo de otras como Elba Esther Gordillo y Martha Sahagún para colocarse en todos los lugares posibles que le aseguren un hueso. Creó la organización social Las Insurgentes para “iniciar una nueva Independencia […] porque no se puede hablar de democracia y empoderamiento si las mujeres somos violentadas, golpeadas, asesinadas por el simple hecho de serlo, y mucho menos si en nuestro país desaparecen jovencitas, incluso niñas, para alimentar las redes de esa otra delincuencia que debiera indignarnos con la misma fuerza: la trata de personas.”
Lo que a mí me indigna con la misma fuerza es la repetición de estas palabras a lo pendejo. En los hechos, Rosario se ha colgado de la ayuda e incorporación de las mujeres a la esfera pública y política en busca de sus propios intereses.
En pleno 2017, pocas son las mujeres que por méritos propios acceden a lo político. Aún somos excluidas por la misma desigualdad de los sexos de siempre. Tanto izquierdas como derechas no han renunciado a la explotación de la figura femenina y las cuotas de género para posicionarse en los cabildos y congresos, por lo que seleccionan a las que los ayudarán a la permanencia en el poder, y más en tiempos electorales cuando un mercado desigual es valioso para obtener votos. Gobiernos municipales, estatales y el nacional tienen a múltiples Rosarios Robles que crean agendas de género, pero que continúan sin afirmar, visibilizar, proponer y tener alcance en contra de la violencia y los derechos humanos de las mujeres, esas en condición de violencia sexual o física, abandono, a las familias de las que han sido asesinadas. Sobre todo, los gobiernos apoyan la figura y participación protagónica de estas al frente de instituciones donde el tema de la equidad es prioridad y moda para que con una agenda raquítica en derechos humanos se obtengan recursos a partir de frases progresistas que violentan de la misma forma que las estructuras patriarcales la necesidad de las personas. Ahí están las Sebidesos y las Sedesom. Nos enfrentamos a una nueva forma de violencia estructural e institucional en la que la demanda de justicia social para las mujeres no tiene cabida por más que se enuncien y se vuelquen en dádivas que más parecen promocionales que políticas públicas, como en Aguascalientes el tema de los derechos reproductivos y sexuales que se ven reducidos a meros cuartos para la lactancia.
Esta estrategia la han sabido usar bien. En 2012, Rosario Robles fue promotora de una norma que permitía el aborto eugenésico o cuando el embarazo fuera por inseminación artificial no consentida, al mismo tiempo que conformó la Red de Mujeres de la Sociedad Civil para apoyar incondicionalmente la candidatura de Peña Nieto. Ya sabemos qué está pasando con este último y el lugar que las señoras de la casa tienen en su gobierno. En cuanto al aborto, Rosario no penetró en el tema central: el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Ni por política ni por militancia con la izquierda ni por género o compromiso social Rosario ha llevado al siguiente nivel alguna de sus promociones. México no ha avalado dictámenes, iniciativas, reformas, leyes que empoderen a las mujeres y le otorguen los derechos que ordena la Constitución.
Apenas el mes pasado, el gobernador panista Martín Orozco Sandoval y Rosario Robles Berlanga, ahora como titular de la Sedatu, entregaron 162 cuartos adicionales que pretenden “dignificar” la vivienda del mismo número de familias aguascalentenses en lo que consideran una acción contra la violencia de género al evitar hacinamientos. Con anterioridad, en otra visita durante el gobierno del priista Carlos Lozano, Rosario vino a implementar el Programa Ciudades Seguras para las Mujeres, Derecho a la Ciudad, del que ya no sabemos nada. Nadie dijo nada de la violencia doméstica y sus escandalosas cifras de siempre, ni mencionaron cómo un cuarto extra minaría la necesidad de poder del agresor de esposas, hijas, mujeres. No se presentaron estrategias ni programas informativos, solo 162 miserables cuartos de 4×4. Habrá que ir con esas familias a ver cómo viven ahora.
Mientras, observo cómo hombres y mujeres en los cargos de representación popular siguen utilizando la estrategia de los valores y derechos humanos para hacerse de capital político. Peor aún, mujeres que ambicionan estar en la política son en muchos casos las principales promotoras de la violencia institucional contra su propio género sin cuestionarlo con interseccionalidad.
Un día Rosario soltó una lagrimita. Acusó que ella y otras mujeres sufrieron violencia política cuando buscaron un cargo de elección popular. Gimió porque dijo que no se le reconocen sus méritos ni la de sus compañeras porque lo primero que les señalan es con quién se relacionaron, que son juzgadas por su vida privada sin considerar sus credenciales, aspiraciones, capacidad para liderar y entre sollozos, aseguró la multiplicación de los panes para todos si lograba el puesto.
Bueno, he de juzgarla solo por sus acciones y méritos, y diré que ella sí puede imaginar cuánto dinero es 555 millones de pesos. Que sí debe saber a cuántas personas le quitaría el hambre. Que lo único que se ha multiplicado con su ejemplo ha sido a otras Rosarios Robles en los estados, que están en el gobierno, en el Cabildo y Congreso, en las instituciones de Aguascalientes, y no han emprendido una verdadera guerra contra la pobreza, contra la misoginia, el machismo, que se escudan en la misma figura femenina que no saben defender, que traicionan cada que hacen acuerdos y callan para beneficiarse a ellas, a su partido, al gobierno.
A las que no están ahí (¿habrá una?), un llamado: escapen de ese infame perfil.
@negramagallanes




