Mudar de piel como las serpientes, dejar atrás el miedo, hacer a un lado las malas experiencias del pasado; en medio de una época de crisis sanitaria, colapso económico y desintegración social, soy afortunada en aprender a amar de nuevo. Ahora que la vida ha cambiado, que pareciera que no hay lugar en estos tiempos para vivir las pequeñas alegrías de la vida cotidiana, me encuentro en medio de una metamorfosis.
En la columna del 24 de abril, escribí acerca de que en otras ocasiones en que la enfermedad y la muerte han poblado la tierra, la ciencia y el amor, son lo único que ha sido útil para afrontar las adversidades, lo sostengo, pero ahora puedo ver que racionalizar la pandemia, comprenderla gracias a los datos duros, no es lo único que me ha ayudado a sobrevivir esta situación extraordinaria, lo que me impide caer de todo en la desesperanza, es la oportunidad que me estoy dando de cuidar, de ser cuidada, de querer, de ser querida, aun en medio del apocalipsis puede brotar el deseo y la necesidad de amar.
Nuestros caminos se cruzaron por azar, por voluntad se mantienen unidos, compartiendo la vida diaria por placer, expusimos los claroscuros del alma, yo que como científica, te invitaba a comprobar que el corazón es sólo una víscera que bombea sangre, que él mío no era capaz de sentir; sí a decir que si me insertabas los dedos hasta tocarme el corazón, solo podrías descubrir que no late, estoy redescubriendo mis propios latidos contigo. A veces experimento tanta felicidad con situaciones tan comunes que vivimos, que siento culpa por no querer pensar en todo lo que sucede allá afuera, creamos un oasis en medio del cataclismo. Con el equinoccio de verano, vendrán las lluvias a mojar todo lo que hicimos florecer esta primavera, el verano como tú, llegará cargado de tormentas para refrescarnos el alma y renovar las ganas de seguir viviendo. Tras el desastre que nos dejará la etapa de enamoramiento en nuestras vidas, tendremos la oportunidad de reconstruirnos o dejar que el viento nos arrastre erráticos, pero jamás perdidos.
Si bien tendremos que asimilar que la vida ha cambiado, tarde que temprano tendremos que dejar de aislarnos del mundo en nuestro rinconcito; pero aunque tengamos cambiar no significa que tengamos que abandonar toda posibilidad de bienestar, de felicidad, de esperanza, ahora nuestra responsabilidad es conservar nuestra salud, lo cual incluye a nuestra salud mental, para así poder apoyar a quienes no están bien en medio de la crisis, y aunque la culpa se asome como un depredador de la capacidad de ser resilientes en este contexto incierto, no olvidemos que los mártires no resuelven nada.
@KarinaLeyvaRdz




