Antes que nada envío mis mejores deseos al presidente López Obrador por su pronta recuperación. Estoy suponiendo que es cierto en un ambiente en donde una gran mayoría de la población es escéptica ante la noticia. Extraño para un mandatario que presume de ser honesto y tener alta credibilidad. El sospechosismo es alentado por la ya conocida impericia de los funcionarios cercanos como aquel que siempre le recomendó no usar cubrebocas. En lo particular quiero creer en la versión oficial, me parece que en nada ayuda a AMLO este anuncio.
La seguridad del presidente es un asunto de seguridad nacional, por eso se le ha criticado por viajar en aviones comerciales, por no usar vehículos adecuados como las suburbanas blindadas que ya utiliza y por “desaparecer” al Estado Mayor Presidencial aunque ya después haya quedado comprobado que sí tiene escoltas que se ven en muchos videos, esos que no permiten a la gente expresarle sus demandas en sus giras.
El tema entonces es que la palabra de este presidente vale cero y eso preocupa porque la esperanza de millones de personas depositada en su persona en la elección de 2018 se logró gracias a la credibilidad de sus palabras porque no tenía más que ofrecer. Importa porque se requiere confianza en el gobernante para generar riqueza, crecimiento económico y desarrollo. Que este presidente en particular tenga covid significa que nos mintió cuando nos invitaba a abrazarnos asegurando que no pasaba nada, cuando le dijo a la población que sus estampitas religiosas lo protegerían “detente enemigo que el corazón de Jesús está conmigo”, pues ya vimos que no. Y peor aún, cuando a inicios de junio de 2020 declaró que “… estar bien con nuestra conciencia, no mentir, no robar, no traicionar, eso ayuda mucho para que no dé el Coronavirus”.
Hoy López Obrador y López-Gatell están en cuarentena, junto con varios integrantes del gabinete de seguridad nacional, ni más ni menos que el Secretario de la Defensa Nacional, el Secretario de Marina y el Comisionado de la Guardia Nacional. ¿Por qué? ¿Pues no que “la fuerza del presidente es moral, no es una fuente de contagio” según nos dijo López-Gatell en marzo del año pasado? Al parecer tampoco es cierto porque no sólo ellos están sometiéndose a las pruebas, también varios empresarios y políticos que se reunieron con López Obrador el fin de semana cuando ya se sentía mal y se había realizado la prueba. Todo un ejemplo de irresponsabilidad.
El presidente se dice optimista: “saldremos adelante todos”. Bueno, habría que aclararle que lamentablemente no todos porque ya el lunes rebasamos los 150 mil muertos que no salieron adelante y muy probablemente tendrán dificultades también sus familias. Tenemos más de 285 mil casos activos que tienen problemas para ser admitidos en hospitales públicos y privados, que no encuentran tanques de oxígeno y si logran encontrarlos faltará que puedan tener el dinero suficiente para adquirirlos. Ahora hay que hacer filas hasta para la cremación de personas fallecidas, no alcanzan los hornos ni los ataúdes, pero “vamos bien”.
¿Cómo creer que no miente un presidente que el 27 de abril de 2020 decía que había logrado “domar” la pandemia? Aseguraba que se había evitado un desbordamiento de la enfermedad y la saturación de hospitales. “Ya aplanamos la curva de contagios” dijo el presidente en abril dos días después cuando presumía la gran estrategia de su gobierno para enfrentar la pandemia y en mayo iba más allá al señalar que la estrategia había funcionado. Menos mal porque hasta ayer teníamos más de 1 millón 700 mil casos de contagios oficiales.
Ayer Bloomberg confirmó que México se mantiene por tercer mes consecutivo como el peor país del mundo para vivir la pandemia por tener los más altos índices de mortalidad y positividad. No en balde la Dirección General de Epidemiología reportó un 40% de exceso de mortalidad en 2020 conforme a índices históricos y estadísticos.
Entonces se confirma que el presidente al menos miente si no es que también roba y traiciona según su fórmula.
