Los momentos de la democracia moderna ameritan del repaso consciente y sin apasionamientos, sobre aquellos episodios que han sido fundamentales para las conquistas de un pueblo que se hace escuchar y busca ser bien representado.
Recuerdo la tarde histórica del día 2 de julio del año 2000, cuando los mexicanos acudimos a las urnas a tomar una decisión confiados en que el voto valdría y tendría el peso suficiente como para poner fin a un sistema de gobierno distinguido por la corrupción, el autoritarismo y la censura. De concluir con un poder impositivo donde la decisión de una sola persona era inapelable e inatacable, la verdad por decreto, lo que ciertamente el Nobel peruano, Mario Vargas Llosa, acuñó como “la dictadura perfecta”.
Parecía que finalmente llegaba la transición democrática a México, ésa que se nos adelantaba en algunos países latinoamericanos y que se había tardado en aparecerse en nuestro país. Con ello, al fin se daba certeza; los votos de los ciudadanos valen, un organismo federal electoral había determinado que concluía la hegemonía en el poder y la esperanza de un México mejor estaba latente.
Comenzaron doce años de gobiernos panistas, marcados por la transparencia, por el trabajo humanista, por la apertura, por la pluralidad de opiniones y justamente por acabar con ese presidencialismo innecesario para dar paso a la división de poderes, al fortalecimiento de los órganos constitucionales, al fomento de la participación ciudadana. A muchos nos tocó ser partícipes de esos cambios.
En lo personal, desde la presidencia municipal de Aguascalientes impulsé la creación del Consejo de la Ciudad (el cual sigue vigente), en donde participan diversos sectores de la sociedad con el objetivo de analizar y decidir sobre temas importantes que ocurren en nuestro Aguascalientes. Creímos que el cambio era progresivo e irreversible, ni un paso atrás en la construcción de la democracia mexicana.
En 2014, como senador de la República, convencido de que con nuestras propuestas y votos lograríamos tener una autoridad imparcial y cada día más ciudadanizada, por mayoría de votos decidimos en el Senado transformar el Instituto Federal Electoral (IFE) al Instituto Nacional Electoral (INE), lo cual no sólo implicaba un cambio de nombre, sino que tendríamos una autoridad con mayor intervención en los comicios locales, que diera certeza a que las elecciones de todo el país se llevaran con transparencia, independencia, legalidad y máxima publicidad, en general, que la autoridad no tuviera color partidista alguno.
Hace apenas unos días, siete de los diez partidos que contamos con representación dentro del Consejo General del INE, decidimos levantarnos de la mesa de diálogo porque observamos que los consejeros han mostrado favoritismo y parcialidad con los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Verde Ecologista de México (PVEM). Además de que el INE tiene la obligación de integrar los Organismos Públicos Locales Electorales (Oples), lo cual también hicieron favoreciendo a los intereses del PRI, designando a perfiles cercanos a dicho partido político.
Abandonar la mesa del Consejo General no fue un capricho, por el contrario, los partidos políticos somos parte de dicho organismo pero no vamos a dejar pasar las omisiones y acciones en las que están incurriendo la mayoría de sus integrantes al atender a los intereses del partido en el poder; sin embargo es nuestra obligación constitucional participar en la integración de un organismo ciudadano que ponga de manifiesto el interés de la sociedad en general y no el de algún partido político, por esa misma razón, este pasado domingo, decidimos regresar a la mesa del Consejo General. Pues vimos algunas muestras que nos dan confianza de que se puede corregir el camino en el actuar del INE.
Como miembro del Partido Acción Nacional (PAN) y desde el Senado de la República denunciaré cada vez que sea necesario este tipo de actitudes que en nada abonan a la construcción del México que anhelamos. Seguiré pendiente de este asunto y con la representación del estado de Aguascalientes que la mayoría de los ciudadanos me dieron al brindarme su voto de confianza en 2012, estaré atento para que nuestras autoridades electorales actúen con estricto apego a la ley, así nos comprometimos en campaña, así nos obligamos al rendir protesta en el cargo y así seguiremos trabajando día con día.
Mi compromiso es por aportar a la construcción de un México de leyes y de buena convivencia entre los integrantes de nuestras comunidades.
No permitiremos que la patria sea hipotecada ni que el Estado como la sociedad pierdan en el debate de los partidos políticos.
Creo en la alternancia pura como la opción para ejercer gobierno a satisfacción de los ciudadanos. El voto mayoritario, convencido y reflexionado deberá ser la única garantía que tengan los partidos para alcanzar o en su caso, dar continuidad a determinado modelo de gobierno.
Nuestra democracia ha evolucionado lo suficiente como para creer en la perpetuidad de los partidos en el poder. Como para pensar que los gobiernos se construyen desde la compra de voluntades.
Soy un convencido de que el diálogo es la mejor herramienta que tenemos en la política y que sólo con ella podremos seguir construyendo un mejor lugar para vivir.
Martín Orozco Sandoval
Senador de la República




