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viernes, diciembre 5, 2025

Gwendolen Mary John / Hombres (y mujeres) que no tuvieron monumento

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La valía de una obra, aunque no se reconozca, siempre está ahí. La fama es, en cambio, siempre transitoria. La valía de Gwendolen Mary John, conocida como Gwen John, siempre ha estado ahí; su fama, eclipsada en vida por un hermano mayor que se dedicaba a la misma profesión, a la misma disciplina artística, a la pintura, ha ido ganando con el tiempo. Uno de sus biógrafos lo resume a la perfección: “Hubo un tiempo en que se glorificaba a Augustus John y se ignoraba a su hermana Gwen. Más tarde se puso de moda alabar a Gwen y denigrar a Augustus. Pero el tiempo de victimizar a Gwen y de demonizar a Augustus ya ha pasado”.

Gwen John nació en Gales, en la propiedad familiar de Haverfordwest, donde desde pequeña destacó en la pintura, vocación en la que se le había adelantado el hermano mayor de la familia Augustus. Tras tres años de formación en la Slade School of Fine Arts, donde destaca entre los alumnos, pero es eclipsada por el mayor reconocimiento otorgado a su hermano (de hecho siempre recordó con tristeza más que con amargura el hecho de ser “la hermana de John”), a los veintiséis decide marcharse a Francia donde pasaría la mayor parte de su larga vida. Es en la Slade donde Augustus le dice que debería “tener una actitud más deportiva ante la vida”, consejo que ella no seguiría nunca.

Ya en París continuó con sus estudios de pintura, entrando de tapadillo a una academia en las que dos veces a la semana daba clases Whistler, logrando de nuevo destacar entre sus compañeros y compañeras. Del pintor inglés afincado en Francia aprendió, sobre todo, el uso de una paleta de color matizada. En esa época también decide emprender junto a su amiga Dorelia McNeill, que sería con los años la segunda esposa de Augustus, un viaje a Roma que pagaron pintando retratos y cantando en las tabernas. No pasarían de Toulouse.

“Debo irme a vivir a algún sitio donde no conozca a nadie hasta que sea tan fuerte que la gente y las cosas no me afecten más allá de lo razonable”.

En 1904 comenzó a trabajar, ya que su pintura no le daba lo suficiente como para mantenerse, como modelo para el anciano Rodin del que se enamoró locamente y al que llegaba a escribirle hasta tres cartas al día. Él, adoptando una actitud más paternal que amorosa, se preocupó por ella al grado de recomendarle que comiera más, que saliera a dar paseos, que se cuidara. Con los años, la obsesión de Gwen llegó a ser tal que Rodin tenía que usar a los porteros de su edificio y a sus secretarias para mantenerla alejada. Sería también en París donde conocería, aunque no intimaría con las personalidades artísticas de la época, Matisse, Picasso, Brancusi o Rainer Maria Rilke. Aunque ninguno de ellos, los que estaban cambiando el rumbo de la pintura, afectaría a su modo de pintar.

“Seré la pequeña artista de Dios”.

En 1910 se fue a vivir a Meudon, un pequeño pueblo a las afueras de París donde se establecería hasta su muerte. El enamoramiento de Rodin murió poco a poco, sobre todo por el alejamiento de él. Gwen buscaría consuelo y refugio en el catolicismo. “En lo que tiene que ver con el que valga la pena expresar algo es una pregunta fuera de lugar. Puede que no tenga nada que expresar excepto el deseo de una vida interior mayor”. Es en esa época también cuando cambia su pintura, tanto temáticamente como en tamaño. Cada vez más pequeñas sus obras se alejan del retrato, que seguiría manteniendo sólo en sus cuadros de monjas, tanto en el óleo como la acuarela.

 

Los últimos años de la vida de Gwen fueron de auto reclusión. Cada vez más encerrada en sí misma, pero no necesariamente más triste. El primer día de septiembre de 1939, anota en su diario, sintió “una vieja compulsión: ver el mar”. Llegó hasta en tren hasta Dieppe, una pequeña localidad costera francesa, en la que se alojó con la intención de pasar unos días. En la calle, caminando hacia la playa, se desmayó. La internaron en un hospital donde moriría el 18 de septiembre.

La historia de la pintura, que durante tanto tiempo la mantuvo como una nota a pie de página, ha ido, poco a poco, reivindicándola. Gwen, que sólo participó en una exposición en su vida hoy ocupa un lugar de honor en la Tate Gallery. Junto a su genial autorretrato se encuentran los intimistas Dorelia con vestido negroCloë Boughton-Leigh y Muchacha desnuda. Su hermano Augustus dijo de ella que para él fue la mejor artista de su época y de cualquier otra, algo de lo que Gwen jamás pudo disfrutar en vida. “Con el paso de los años”, escribió casi proféticamente Augustus, “seré recordado como el hermano de Gwen”.

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