Boca Ratón, Florida. Estados Unidos. 22 de octubre de 2012. Durante el tercer debate de la campaña presidencial, el cual versa sobre política exterior, el candidato republicano, Mitt Romney, dice que incrementaría el número de navíos para la marina de guerra estadounidense, pues “hoy en día tenemos menos buques que en 1916”. El abanderado demócrata, Barack Obama, responde cáustico: “Gobernador, también tenemos menos caballos y menos bayonetas”.
La escena arriba descrita sirve como telón de fondo al presente artículo, el cual tiene por objetivo explicar al amable lector un concepto que ha sido la “chispa que enciende la pradera” (Mao Tse-Tung dixit) en torno al debate sobre política exterior y seguridad nacional estadounidense. Me refiero a la “insolvencia estratégica”, término acuñado recientemente por el profesor del programa de Seguridad Nacional de la Universidad de Georgetown, Michael J. Mazarr.
En su texto titulado “Los riesgos de ignorar la insolvencia estratégica”, el académico estadounidense sostiene que, tarde o temprano, llega un momento en que las grandes potencias deben cesar de contemplar su propio poderío en el estanque de la historia –como el Narciso de la mitología griega- y darse cuenta que sus recursos, su voluntad nacional, o que el contexto geopolítico ya no favorecen su postura estratégica. Es decir, son insolventes desde el punto de vista de la estrategia.
Para Mazarr, ese momento ha llegado para la Unión Americana debido a cinco tendencias: finanzas deterioradas, baste recordar que la deuda de los Estados Unidos asciende a 16 trillones de dólares y su calificación crediticia ha sido rebajada; centros alternos de poder, países como China, Brasil y Egipto no desean un mundo centrado en los valores estadounidenses; declive del poderío militar estadounidense, las debacles en Afganistán e Irak, así como el reforzamiento de la potencia bélica china y rusa, demuestran los límites del puño de hierro estadounidense; los Estados Unidos carece de un modelo de desarrollo exitoso para enfrentar retos como el radicalismo, el crimen organizado y la degradación ecológica; cansancio del público estadounidense ante las aventuras militares. Es decir, el norteamericano promedio no desea ver a sus hijos involucrados en una “guerra permanente”.
Federico, El Grande, decía que “quien intenta defender todo no defiende nada”. Por lo tanto, Mazarr hace un llamado a priorizar los intereses estadounidenses, pues no se trata de gastar desenfrenadamente en el presupuesto de defensa –como Mitt Romney propone– sino invertir en sistemas cruciales tales como ciberguerra, vehículos no tripulados y sigilosos, y municiones de precisión.
El científico social plantea que los Estados Unidos deben diseñar una gran estrategia –la habilidad de balancear los recursos, la voluntad y los intereses para apuntalar las estrategias diplomáticas y militares– para un mundo donde la primacía estadounidense es cada vez más cuestionada y los presupuestos de defensa son más y más raquíticos.
La gran estrategia estadounidense para la primera mitad de la actual centuria debe basarse en una profunda introspección y responder tres preguntas: ¿Qué rol deben jugar los Estados Unidos en el escenario mundial? ¿Qué apoyará el pueblo estadounidense? ¿Qué es sostenible en términos diplomáticos, financieros y militares?
Mazarr no está sólo en su papel del profeta Jeremías de la Seguridad Nacional; Robert D. Kaplan –ver La Jornada Aguascalientes 26/09/12– le da la razón a Mazarr cuando dice que las élites políticas y económicas estadounidenses padecen de “miopía geopolítica”, pues dice están “obsesionadas” con China y el Medio Oriente. Sin embargo Kaplan considera que México, junto con el reto que representa China como potencia emergente, habrá de redactar la historia de la Unión Americana en el siglo XXI.
Si bien los Estados Unidos siguen siendo la primera economía del mundo, cuentan con las fuerzas armadas más modernas del orbe, y su “poder blando” –la cultura popular norteamericana– ejemplificado por el idioma inglés –en su versión norteamericana y, por ende, mostrenca–, sus instituciones de educación superior, Hollywood, MTV y Mickey Mouse continúa atrayendo a millones de seres alrededor del mundo, hay un hecho insoslayable: su poderío ha declinado.
Finalmente, la “insolvencia estratégica” es una fuerte llamada de atención para los estadounidenses que todavía albergan sueños húmedos respecto a que su país sigue siendo “la nación indispensable” en el mundo de las Relaciones Internacionales y creen fervientemente que su territorio es todavía “la ciudad resplandeciente sobre la colina”.
Aide Mémoire.- Respecto al debate presidencial estadounidense, éste pareció un round de boxeo entre un tejón –Barack Obama– y una comadreja –Mitt Romney–.
Soren De Velasco Galván
Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales, A.C.




