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viernes, diciembre 5, 2025

La relevancia de la argumentación / Synkrasis

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L eo con atención en la semana que corren dos noticias que abren debates amplios. Por una parte, la sentencia que el aparato judicial italiano emitió en contra de un grupo de científicos, por su papel en el sistema de alerta sísmica y un terremoto acaecido en 2009(1); y por otra parte, la declaración de una comentarista de la televisión española ante la posible donación de órganos de un homicida recién fallecido (2).

En lo concerniente a los físicos italianos, éstos han sido sancionados con prisión, debido a que emitieron mensajes tranquilizadores con relación a la inminencia de un sismo, en lugar de pronosticar con contundencia su arribo, y esos mensajes impidieron que los pobladores tomaran medidas preventivas. La comunidad científica internacional ha expresado su indignación por esta decisión y ha expresado su temor por las consecuencias que esta medida pueda producir.

Los colegas de los condenados por el gobierno italiano manifiestan en defensa de los afectados que la ciencia usa datos que constituyen aproximaciones a la realidad, aplica modelos que simplifican el mundo real y deben producir pronósticos con un grado de confianza estadística, sujeta a errores. Pareciera que no es necesario decirlo, pero en estas circunstancias es inevitable mencionar que es imposible predecir con exactitud y certeza un terremoto.

Los efectos negativos que se pueden prever por este hecho es la natural reticencia de los expertos a contribuir a mecanismos de seguimiento y prevención de desastres, ya sea naturales o asociados a actividades humanas, dado el costo personal en que se estaría incurriendo, en caso de subestimar o sobrevalorar información, procesarla inadecuadamente y llegar a pronósticos equívocos.

Habrá quien abone a la discusión sobre la responsabilidad del científico y los razonamientos morales asociados al papel que tiene el calificado como experto en circunstancias tan críticas como la que estamos discutiendo. Me imagino que incluso se podrá esgrimir que no es raro que esos científicos desempeñen ese papel como funcionarios públicos y reciben cuantiosos beneficios económicos, por lo que si bien hay un riesgo en su ejercicio, también se suele pagar muy bien todo el trabajo que resulta acertado.

Lo que despierta las suspicacias en este caso es que a los constructores que hicieron caso omiso de las medidas antisísmicas obligatorias en los edificios que se colapsaron en este evento, no se les han siquiera levantado cargos. En este proceso de construir un argumento alrededor de la responsabilidad de los expertos, la posible razón que pueda contener la sanción por una responsabilidad mal conducida, se diluye ante la selectividad de la aplicación de esta razón, que se ejerce con rigor a unos, y es indulgente con otros. Me remite a lo de los premios Xavier Villaurrutia y el Premio FIL y las posturas de Sheriran y Zaid con uno y otro premiados, pero mejor no abordar tantos ejemplos y centrarse en la médula del asunto en cuestión.

Hoy día la capacidad argumentativa de la autoridad italiana se ve desacreditada, no tanto por los elementos sobre los que pretende fundamentar el curso de acción adoptado, como por su falta de consistencia al juzgar a dos actores en el mismo evento con criterios inequitativos: a los científicos todo el rigor, a los constructores la displicencia. Eso pasa con nuestros argumentos, si logramos construir asertos válidos, lógicos y verosímiles, pero carecemos de consistencia al aplicarlos, seguramente desbarataremos nuestro discurso.

Resulta de vital  importancia revisar nuestro proceso argumentativo. Que clarifiquemos cuáles son las bases sobre las que construimos nuestras afirmaciones y nuestros juicios. Que validemos las relaciones que establecemos entre esos elementos nucleares para confiar en que el andamiaje intelectual resultante es sólido, y no una casa en la arena. Que ese andamiaje se someta al rasero de la realidad y pruebe su eficacia para aprehender la realidad y enriquecerla y finalmente, aplicarlo de  manera consistente ante las diferentes instancias de la realidad.

Volviendo al punto de los trasplantes y el comentario polémico, la comentarista televisiva expresó su inquietud ante la posibilidad no descartada de que junto con el órgano migrado, se comunicara el alma del fallecido en el receptor de tal órgano. Más allá de la postura personal con respecto a esta idea, o incluso sobre la convicción de la existencia o no de un alma, un espíritu, una existencia ultra material, lo interesante de esta opinión es el proceso al que se le somete.

La reacción natural ha sido de burla, de ataque. Las ideas disruptivas suelen recibir un trato semejante. Esta reacción puede también limitarnos en nuestra capacidad argumentativa y de debate. Puede ser un asunto que de momento no dé para discutir, que haya tan pocos elementos que alimenten objetivamente la idea de una esencia espiritual indisoluble a los órganos de una persona, por lo que puede ser ocioso defender o atacar la postura, o puede ser tan claro y evidente lo absurdo de esta proposición que no tiene caso perder tiempo en fantasías. Lo que sí debe prevalecer es el respeto y la inteligencia para reconocer qué sabemos y qué no, y concedernos la oportunidad de por lo menos evaluar sistemáticamente una idea y reconocer que puede haber una posibilidad de enriquecer la perspectiva.

Hay que ejercitarnos en la discusión y el entrenamiento previo a la interacción en la escritura. Si plasmamos en papel (aunque sea electrónico) nuestros argumentos, nuestras ideas, si montamos nuestro edificio intelectual en un documento y nos damos el tiempo de leerlo con ojo crítico riguroso, podremos ir depurando nuestra competencia argumentativa y enriqueciendo nuestros conceptos. Si además contamos con lectores que nos señalen fortalezas y debilidades, qué mejor. Practiquemos esto con nuestros allegados y crezcamos juntos intelectualmente. n

rmedinamx@gmail.com

(1) http://www.zocalo.com.mx/seccion/articulo/indignacion-de-los-cientificos-por-condena-a-sismologos-italianos

(2) http://elpais.com/elpais/2012/10/24/gente/1351072210_071316.html

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