El Senado aprobó (el martes 14 de mayo), en lo general y lo particular, por unanimidad, el dictamen que reforma diversos artículos de la Constitución Política, para garantizar que haya paridad de género en los tres Poderes de la Unión, en los órganos autónomos, y en los gobiernos estatales y municipales. La reforma, enviada a la Cámara de Diputados como parte del proceso legislativo, “consagra el derecho de las mujeres a participar en todos los espacios políticos en condiciones de igualdad con los hombres”, dice la nota.
Y luego ya todas y todos salimos a festejar este avance. Porque lo es. Sí es un avance. Una:
Acción afirmativa.
Medida positiva.
Cuota de género.
Punta de lanza.
Hemos llamado acciones afirmativas a todas las medidas para implementar políticas públicas que garanticen la igualdad entre hombres y mujeres, u otras comunidades sociales; en teoría son acciones temporales, pasajeras, porque en algún momento ya no sería necesario acudir a ellas, todos tendremos espacio en un sistema que no discrimine. Así, poco a poco, las mujeres en este caso, han ido ocupando espacios de participación y toma de decisiones. En la política, en asambleas, en mesas de análisis, en foros, en puestos laborales, en cargos públicos se ve cómo se recorta la brecha de género. A cuenta gotas. A veces todavía solo falta echarle un vistazo a las fotos de los eventos oficiales, donde la presencia femenina aterriza, si es que la hay, en una o dos mujeres entre el triple de hombres. A menos que suban a las damitas al podio para cumplir con la cuota para la foto.
Apenas hace tan poco tiempo se prohibieron formas discriminatorias en el lenguaje y en las acciones, por lo que se tuvo que extender y visibilizar el principio de igualdad, que comenzó primero con la imposición del concepto de la igualdad de género, luego de la equidad de género y después de la paridad de género.
Si hacemos una cronología, nos damos cuenta que había que decirle a la sociedad mexicana de 1974, que ante la ley hombres y mujeres son iguales, y así consagrar la igualdad de género en la Constitución. Luego, a mediados de los 90 había de reconocerse que ni las oportunidades ni las condiciones entre hombres y mujeres son las mismas, que las mujeres en su mayoría están subordinadas a los hombres, por lo que se comenzaron a implementar las acciones afirmativas para garantizar, ahora, la equidad de género con lo que ellas deberían tener mayor participación en la política y los partidos deberían procurarla, primero integrando en sus filas de forma obligatoria -las mentadas cuotas- las candidaturas en proporción 70% hombres, 30% mujeres, y apenas hasta el 2008 la proporción se redujo para ellos en un 60% y 40% para nosotras. Y bueno, para muchos es bien sabido que esta obligación fue pasada por el arco del triunfo y los partidos cometían fraude al postular a mujeres propietarias de las candidaturas, que si resultaban ganadoras “renunciaban” para que entrara a la carga el suplente: un varón. Ahí están las Juanitas (2009) y las Manuelitas (2018).
Ahora, el paso obligado, y a donde llegó el Senado, es la paridad de género: 50% y 50%.
Fifty–fifty.
Micha y micha.
Una de las reformas presentadas es la modificación al artículo 1º Constitucional para establecer “la obligación de implementar acciones afirmativas de carácter temporal a favor de los grupos sociales en situación de discriminación, exclusión o vulnerabilidad”, y así la paridad fortalecerá “el liderazgo de las mujeres para cambiar claves de representación política, prácticas de poder y papel en conducción de la sociedad y el Estado”. Muy bonito todo. De acuerdo.
Queremos más.
Esta punta de lanza tiene que considerar y trabajar otros aspectos. Si queremos las mujeres el reparto de los poderes públicos y políticos. Si queremos decidir también en la vida del país.
Pero es difícil querer algo si no tenemos el apoyo, si no hemos crecido con ese ímpetu, si nos colocan nomás para la foto, si estamos invitadas a hacerlo desde la simulación. Si aún no estamos empoderadas en la realidad. La nota de Sandra Macías de La Jornada Aguascalientes, a propósito de las Jornadas de Justicia Electoral e Igualdad de Derechos, y titulada “Mujeres son obligadas a gobernar desde la violencia y la simulación”, destaca que “Después del avance respecto a cuestiones de paridad de género, ahora el reto está en visibilizar las condiciones en las que compiten las mujeres en las elecciones”, y en la vida misma, yo agrego.
Es difícil pensar que una mujer de a pie, una “señora de la casa”, diría estúpidamente Peña Nieto, quiera y decida participar en la política. En los partidos políticos es común tener cuadros conformados por mujeres jefas de colonia que atraen a la gente, con o sin lonches, pero pocas representantes comprometidas y capacitadas con sus ideales e intereses. No estoy hablando de capacidad, sino de capacitación. El Instituto Nacional Electoral y los estatales destinan presupuesto para talleres de empoderamiento político para mujeres, un ejercicio sin duda importantísimo de cultura cívica con un enfoque de inclusión. Ofrecer herramientas para protagonizar la vida política del país debería estar en los primeros deberes para la formación de ciudadanía desde la infancia y a lo largo de la vida de las personas.
Sin embargo, ¿cuántas mujeres participan?, ¿quiénes son?, ¿de dónde vienen?, ¿por qué sigue siendo más fácil para los hombres participar?, ¿quién les cuida los niños a las señoras?, ¿quién les da de comer mientras ellas se van a las asambleas, a los talleres, a los cursos?
Hace un tiempo me quejaba amargamente de que para la selección en el Congreso del Estado de un nuevo ombudsman sólo una mujer se inscribió para participar. Fui injusta. No pensé en que a muchas abogadas, activistas, mujeres con el perfil para postularse, les faltaba, tal vez, no sólo ganas o vocación, sino empuje para querer participar. Que las condiciones aún no están dadas del todo. Que en las casas muchas veces no hay el respaldo o que los alicientes no son los mismos que para los varones.
Por supuesto que hemos avanzado, en Aguascalientes tenemos una magistrada presidenta en el Poder Judicial. Igual este Congreso está conformado por 14 mujeres y 13 hombres, y se nombró a sí mismo el De la Paridad de Género. Aunque bien cabe decir aquí que ninguna de las diputadas está a favor de que las mujeres decidan sobre su cuerpo.
Así que aparte de festejar la Ley de Paridad de Género, nos queda pensar también en las estructurales sociales y culturales donde todavía las mujeres no pueden o no quieren participar en la vida ciudadana del país. No quieren porque saben lo difícil que es. No quieren porque no se atreven a enfrentarse a un aparato que todavía está en contra de las mujeres, no por algo se tuvo que tipificar la violencia política de género.
Esta Ley de Paridad de Género sólo va a funcionar si las mujeres lo desean, si quieren, si tienen el respaldo social para llegar a estos puestos, si encuentran redes de apoyo que la impulsen a explotar su potencial, que no sea solo una simulación ni parta del desconocimiento e ignorancia de la sociedad, si no carga con las responsabilidades absolutas de la casa o de la familia, de los cuidados de los otros, para dedicarse al estudio y la profesionalización de sus intereses, si no es interrumpida cada tanto en sus pensamientos para atender los quehaceres, los hijos, los deberes que todavía son considerados femeninos.
Las mujeres vamos a participar si dejamos de preocuparnos por la violencia que vivimos alrededor, en la propia casa, en las calles, si no desviamos nuestras metas por el temor a quedar embarazadas en un estado que nos obligue la maternidad, que nos enseñe a cumplir roles y estereotipos. Si aún esta sociedad le impide a las mujeres desarrollarse y le pone numerosos obstáculos, será más lento el avance de la Ley de paridad ¿al 2040, 2050?, porque no habrá la mitad de mujeres del país que quieran continuar con las jornadas dobles, triples, ya no solo en casa, sino en las oficinas de la vida gubernamental y política.
Se estableció en el Senado: pasar de la igualdad jurídica a la igualdad fáctica. Es la única manera de revertir las brechas que separan a mujeres y hombres en lo político, en lo económico y en lo social. La Ley de Paridad de Género es la punta de lanza para que actúe el Estado mexicano.
Yo revisé estas ligas, también puedes darles una leída:
@negramagallanes
