El sistema educativo del estado de Aguascalientes en el ciclo escolar 2017-2018 comprendía un total de casi 422 mil alumnos, de los cuales 360 mil asistían a escuelas públicas, mientras 62 mil lo hacían a privadas. De ese total, 285 mil alumnos pertenecían al nivel de educación básica, 58 mil de educación media superior, 52 mil de educación superior y 26 mil a la modalidad de capacitación para el trabajo. Lo anterior indica que la población escolar de Aguascalientes representaba casi el 32 por ciento de la población del estado, y que los alumnos de educación básica comprendían casi 68 por ciento de la población escolar. En ese contexto, tanto la escala como la composición del sistema educativo de la entidad sugieren que existen grandes áreas de oportunidad para diseñar e implementar políticas públicas, programas o estrategias que eventualmente permitan, por un lado, mejorar ciertas condiciones de movilidad en el estado relacionadas con la población escolar, y, por otro, aumentar la accesibilidad de los alumnos a una oferta más amplia de instituciones educativas. Veamos.
El tráfico vehicular asociado a la movilidad escolar es un asunto que adquiere mayor relevancia en el mundo, no sólo por los niveles elevados de congestión que suelen generarse en horarios en que los alumnos entran o salen de sus escuelas, sino también por las externalidades negativas que resultan del uso indiscriminado del vehículo particular, como la contaminación, el ruido o los accidentes viales. Por ello, en muchas ciudades los gobiernos buscan colaborar con las instituciones educativas para encontrar alternativas de movilidad escolar más sostenibles, eficientes e incluyentes.
El transporte escolar es una de esas alternativas que, si bien en muchas ciudades del mundo se encuentra arraigada desde hace décadas, en lugares como Aguascalientes se encuentra prácticamente ausente -por ejemplo, la Encuesta Intercensal 2015 del Inegi indica que en Aguascalientes sólo el 1 por ciento de los viajes diarios a la escuela se realizan en algún tipo de transporte escolar-. En la entidad, especialmente en las zonas que concentran una mayor oferta de instituciones educativas, tanto públicas como privadas, suelen presentarse niveles de tráfico considerables que impactan de manera negativa la movilidad. En ese sentido, el transporte escolar puede contribuir a gestionar el tráfico en esas zonas al disminuir el número de vehículos que transitan diariamente para dejar o recoger alumnos. Por ejemplo, considerando una media de dos alumnos por cada vehículo que acude a una escuela, se puede asumir que cada autobús de 30 pasajeros podría ayudar a eliminar 15 automóviles de las calles, así sea sólo en los horarios de máxima demanda en zonas escolares.
El transporte escolar no sólo podría generar beneficios en materia de movilidad para Aguascalientes, sino que también podría ampliar el acceso de la población a mejores oportunidades educativas. Es una realidad que la ubicación de la vivienda de los estudiantes respecto de las instituciones educativas influye en sus oportunidades académicas, especialmente para la población de menores ingresos, pues cuanto más lejos vive un alumno de una institución educativa de mayor calidad la probabilidad de matricularse puede ser menor, no sólo por la dificultad de llegar a esos destinos en modos distintos al automóvil, sino también porque el costo de transporte con seguridad será mayor. Para muchos alumnos la elección de escuela a la que asistirán es una función de la proximidad, de manera que la distancia puede condicionar el acceso a mejores oportunidades educativas -piense en alumnos que viven en municipios del interior del estado o en la periferia de la ciudad-. El problema no se soluciona únicamente con tarifas preferenciales de transporte público para los estudiantes, considerando el pésimo servicio de transporte de Aguascalientes; se requiere incorporar aspectos de transporte y movilidad a las políticas educativas. En ese sentido, el transporte escolar puede ser una medida que contribuya eficazmente tanto a reducir los problemas de tráfico vehicular relacionados con la movilidad escolar, como a mejorar las oportunidades educativas de los alumnos de menores ingresos.
¿Cómo ampliar esta reflexión? Por un lado, se debe analizar con más detalle la movilidad escolar en la entidad: ¿Qué tan lejos viajan los estudiantes para ir a la escuela? ¿Desde dónde vienen? ¿Cómo llegan? ¿Cuánto tiempo tardan? ¿Cuánto gastan? Por otro lado, se necesita estudiar el potencial para un programa de este tipo: ¿Cómo afecta el estado actual del transporte público o la ausencia de infraestructura ciclista el acceso de los alumnos a escuelas de mejor calidad? ¿Qué implicaciones tiene el modelo de movilidad actual, orientado al automóvil, en la igualdad de acceso a mejores escuelas?
¿Por qué no explorar la posibilidad de implementar un programa de transporte escolar en Aguascalientes?
fernando.granados@alumni.harvard.edu | @fgranadosfranco
