Durante una de las clases de la universidad, alguna vez discutimos (dirigidos por el maestro) el concepto de cultura, del que se desprendía el de arte y su diferencia con la artesanía. Concluimos en ese entonces que por cultura se podría entender cualquier producción humana etérea como el conocimiento, las creencias, la conducta y física, como objetos y materiales, que son usados precisamente por los humanos para su mejoramiento social. Así nos remitimos al concepto de cultura para apreciar un buen libro, una bella pieza musical, los buenos modales de una persona o una maravilla del mundo antiguo que nos fue legada, precisamente, por una ancestral cultura.
Y es que nuestro lenguaje incluso, obviamente también producto cultural, ha designado para la persona que demuestra “cultura” el adjetivo de “culto”, y el estereotipo del culto que tenemos es el de la persona que, sentada en un mullido sillón de su biblioteca, vestido elegantemente, lee una obra clásica mientras escucha una pieza orquestal y fuma un puro o bebe un buen vino. Por supuesto, alguien culto tiene por sinónimo a alguien refinado. ¿O no?
Un tanto de lo mismo pasa con el arte. Decía mi maestro en aquellos ayeres, que la diferencia entre el arte y la artesanía, era la producción en serie de éstas últimas, que despojadas de toda individualidad, se convierten en copias hechas una y otra vez sobre lo mismo. No deja de tener cierta razón, pues aunque un vendedor callejero quiera vender una copia de la Mona Lisa de su autoría, por más que se asemeje, no alcanzará el grado de perfección en la técnica del sfumato que consagró a Leonardo. No dejará de ser una bonita artesanía.
Luego entonces, entramos al conflicto que nos lleva a la reflexión que quería compartir con ustedes en esta columna. ¿Qué es el arte? Siguiendo a mi mentor, se trata entonces de producciones únicas que transmiten una idea. Al ser un producto cultural, y por lo tanto, estrictamente asociado a la producción humana (única e inédita además) ¿Qué pasaría si como sucede, además) las ideas que tratamos de transmitir, van cambiando, como cambiantes somos los humanos (mientras más cultura adquirimos, más cambiamos)?
Pongo un par de ejemplos y concluyo con su relación con la democracia:
En esta semana, el artista italiano Maurizio Cattelan expuso en la galería Perrotin de Miami la obra “Comediante”: un plátano solitario pegado a la pared con cinta metálica. Con tan mala suerte que durante su exhibición otro artista se comió el plátano.
En otro orden de ideas, de 2014 a la fecha, Siria vive bajo un régimen encabezado por islamistas radicales, los cuales, en su concepción cultural (ideológica, religiosa) creen que conservar algunas construcciones ancestrales en Siria es pecar de idolatría. Así, sin miramientos, ejecutaron a un arqueólogo Sirio colgando su cuerpo de una columna, por haber supervisado las excavaciones que recuperaron los templos de Baal y Bel, que obviamente destruyeron. Igual suerte corrieron varias estatuas antiguas del Museo de la Civilización de Mosul en Irak y los libros que se conservaban en la biblioteca de esa ciudad.
En otra parte del mundo, un grupo musical recibe influencias de un movimiento que es conocido generacional y geográficamente, como “Rock en tu idioma”, con fuerte influencia de la “movida madrileña” y que si bien tienen su inicio y auge en la década de los 80 del siglo pasado, es en los 90, con la ayuda del videoclip donde logran su consolidación. En las postrimerías del movimiento, este grupo musical lanza un álbum conceptual que, por la variedad de géneros, la producción y la calidad de sus canciones, es equiparado al álbum blanco de The Beatles. El grupo se llama Café Tacvba, el disco es Re y su segundo sencillo se llama “La Ingrata”. El disco transita por géneros musicales que van del punk a la samba, pasando por el heavy metal, el mambo, el grunge y la música disco. “La ingrata” es una parodia a la música norteña y el videoclip mismo se asume como un homenaje a los videos de raperos afroamericanos que muestran escenas de sus barrios en actitudes cotidianas.
Dentro de la parodia, Café Tacvba, estereotipa la música ranchera de rompe y rasga, donde se canta al mal amor, al abandono, al desprecio, y donde el herido en sus sentimientos no teme en desear la muerte del hiriente, como otras tantas canciones lo han hecho. En su parte final, Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba remata la canción, autoría de Meme del Real: “Por eso ahora tendré que obsequiarte un par de balazos, para que te mueras; y aunque esté triste por ya no tenerte, voy a estar contigo, en tu funeral”.
Dados los recientes acontecimientos sobre la cantidad de mujeres asesinadas en el país, Café Tacvba decide desde 2017 no tocar nunca más esta canción en sus conciertos, hasta esta semana que en un concierto por la celebración de los 30 años de la agrupación, cantaron una versión en voz de Andrea Echeverri, cantante colombiana, con un contenido feminista.
Y si a todo esto le sumamos el escándalo de la semana protagonizado tras la exposición “Emiliano. Zapata después de Zapata” donde se presentan más de 100 obras que tienen como protagonista a Emiliano Zapata, en donde alguna lo pinta como una caricatura y alguna otra como empleada doméstica, la Secretaría de Cultura utilizó para su difusión la obra “La Revolución” de Fabián Cháirez, donde se le despoja literalmente de la vestimenta de héroe para mostrarlo desnudo, con tacones y sombrero rosa.
¿Qué tanto del arte es democracia? Si nos atenemos a que la democracia se ejerce a través de valores, el arte es un vehículo de la libertad de expresión, una de las bases en que se sustenta la democracia. En un momento, en un lugar ¿Qué tan válido es adorar a varios dioses? Y si posteriormente se adora a uno solo (único y verdadero) ¿Habrá que destruir a los demás y no dejar vestigio de la forma del pensamiento de aquél entonces? ¿La libertad de expresión puede llegar a desear la muerte del prójimo si es socialmente aceptada? ¿Y si después no es posible atentar contra la obra de arte? ¿Es posible que el arquetipo del revolucionario, fundado en el arte y la libertad de expresión, pueda ser exhibido de forma que a algunos les parezca grotesca? ¿Deberá destruirse esa obra o permanecer en el tiempo para que futuros seres sepan como pensábamos en este entonces? ¿De verdad un plátano en una pared es arte?
Al final la reflexión que se impone es a la apertura del diálogo como punto de partida del entendimiento humano. La tolerancia en el hecho de aceptar que hay distintas formas de pensar y la libertad que, afortunadamente, poseemos aún para manifestar nuestras ideas y pensamientos. Hablando de ejercer valores democráticos, entre ellos el de participación: ¿Cuál es su opinión?
/LanderosIEE | @LanderosIEE
