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viernes, diciembre 5, 2025

Luz en cuarentena/ Sobre hombros de gigantes 

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La palabra luz, de las voces latinas lux o lucem, se refiere a la claridad que ilumina y hace visibles las cosas. Simbólicamente la luz es esencia de inmaterialidad o espíritu; permite entrar en la oscuridad, iluminar y conocer lo que se oculta ahí; ayuda a obtener conocimiento profundo, sabiduría y el bien que de ella nace. En cosmovisión originaria la luz antecede a las demás realidades, como la condición necesaria para que éstas se desarrollen. 

A la luz se le relaciona con el sol y el fuego. El sol tiene que ver con la esencia y el calor que da vida; representa la luz y energía de sabiduría; esa energía renace del oriente, día con día, y significan los ciclos de vida, así como la justicia e imparcialidad, ya que emite luz por igual para tod@s. La claridad de la luz proviene del fuego, estado de la materia destructor y dador de vida, que purifica y desecha lo que el ser ya produjo, y lo hace evolucionar pues lo renueva; la materia adquiere nueva forma y vida, de ahí la alegoría al ave fénix, que renace de sus cenizas.

El fuego es el opuesto al agua, pero tienen una coincidencia: son elementos purificadores en la mayoría de las culturas. Por ejemplo, en los ritos descritos en la biblia, Juan el Bautista limpiaba con agua, pero que el que venía después de él, purificaría con fuego; lo cual se representa en el Espíritu Santo, que regularmente aparece en forma de paloma y se interpreta como el Fénix purificador y dador de nueva vida; tan es así que en diversas pinturas cristianas se ven rayos de luz como fuerza fecundante en la anunciación, y las catedrales góticas medievales fueron construidas para que la luz las atravesara como presencia de energía de vida. El fuego como tiene efectos de movimiento y vida; y los soles del universo son hogueras inagotables de luz; por ello se representa como sol, fuego, rayo, antorcha; de ahí los antagónicos: luz=bueno, oscuridad=malo; luz, derecha, diestro; oscuridad, izquierda, siniestro. Los Egipcios relacionaban al dios Osiris con la luz, y al dios Seth con oscuridad; y en Star Wars el lado oscuro de la fuerza lucha contra los caminadores de las estrellas.

La antorcha es la luz de inteligencia y conocimiento que porta el sabio: la verdad. Esto podemos verlo en la Estatua de la Libertad (una en Nueva York, dos más en París, y una antorcha en París), copia del Coloso de Rodas que representaba al dios griego Helios (sol); en el mito de Prometeo, que arrebató el fuego a los dioses que en un primer momento habían regalado a los hombres para su iluminación, representado en la Antorcha Olímpica; en pinturas donde se observa la antorcha de Miguel Hidalgo como padre de la libertad; la escultura de “Los portadores de la antorcha” en la Universidad Complutense de Madrid, o en el monumento madrileño a Alfonso XII, donde la antorcha simboliza su potencia creadora.

La lámpara representa la búsqueda del conocimiento, del bien y la verdad; el fuego vital del interior, que al apagarse se equipara a la muerte, de ahí algunas costumbres que ponen lámparas en las tumbas para guiar a los muertos a su resurrección. Un ejemplo de esto son las lámparas de la pintura “El Guernica” de Picasso, que tratan de iluminar la destrucción y muerte de la guerra. La llama simboliza una masa incandescente en alusión al trabajo intelectual, la sagacidad, la esencia de vida y capacidad creadora y destructora; la cual se relaciona con la espada, arma que blande la justicia a través de la verdad, y la luz imparcial y equilibradora que por igual llega a todos los seres. Ejemplos de esta alegoría los encontramos en la llama de la imagen del Poder Judicial del Estado (muy parecida a la del logo de la UAA), o la llama del monumento al Soldado (contra la guerra y esclavitud), en el Arco del Triunfo de París.

La luz hace referencia a la ciencia y la razón; guía que ilustra, da conocimiento. La luz se obtiene con investigación y el estudio para acabar con ignorancia; es guía natural del entendimiento humano para la comprensión e interpretación de todo. Los egipcios representaban con una liebre con ojos abiertos la iluminación mental o luz mística que se revelaba al neófito en la iniciación; inclusive en hebreo, Arnabet significa liebre, o contemplar o mirar la luz (también simboliza regeneración, fertilidad y vida); por eso Alicia persiguió a la liebre; buscaba al guía de la iluminación, del conocimiento y la verdad; primero tuvo que entrar a la tierra (madriguera del conejo) y luego salir a la luz.

El fuego o la luz, desde tiempos remotos, es simbolizado en un triángulo que inicialmente se conforma por tres barras desordenadas que entran en acción y, finalmente, se unen en la formación del intelecto creativo, producto de la acción de la luz, verdad y conocimiento. Así se explica por qué muchas Universidades tienen lemas o logos alegóricos a estos elementos: Lux et Veritas – Luz y verdad, Universidad de Yale; Lucem adspicio – Miro la luz, Universidad de Costa Rica; Pedes in terra, ad sidera visus – Con los pies en la tierra y la mirada en las estrellas, Universidad Nacional de Tucumán; Veritas Humanitatis Lux – la verdad es la luz de la humanidad, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación; Ex Umbra in Solem – De la Sombra a la Luz, Universidad Técnica Federico Santa María; Et Lux in Tenebris Lucet – Y la luz brilló en las tinieblas, Pontificia Universidad Católica del Perú; y Se Lumen Proferrre- Proyectate en Luz, UAA.

Proyectarnos en luz es vivir por siempre con la transmisión de lo que somos; influir en los demás escribiendo un libro que ayude a abrir las mentes, componer una canción que erice la piel, hacer una obra que deleite la mirada, transmitir ideas que ayuden a otros a ser libres; que influya en su pensar para que reflexionen por ellos mismos y vivan plenamente el ser human@s; encontrar ese equilibrio entre el ser, pensar y sentir; lograr que llegue esa tranquilidad en uno y en l@s demás… pues toda esa energía fluye, y nunca acaba sigue fluyendo y transformando vidas; por eso un@ nunca muere, se mantiene vivo permanentemente en forma espiritual, en la conciencia y en la realidad. No dejemos que se extinga la llama…

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