Durante algún tiempo, el órgano de difusión del Instituto Estatal Electoral llevó por nombre el título de esta columna. Dos palabras, nombre corto, fácil de recordar, frase que encierra en sí misma el objetivo primordial, la razón de existir del propio Instituto. Tras la exigencia del episodio conocido como “la caída del sistema”, que no es otra cosa sino la gota que derrama el vaso político electoral lleno hasta el borde de opacidad y corrupción, surge todo un entramado institucional basado en la ciudadanía y en lo que, ahora, se conoce como la máxima publicidad.
En esta serie de reflexiones acerca del proceso electoral más grande que habrá visto este país, se manifiesta un fenómeno que no es exclusivo, sino por el contrario, representa a esta nueva generación posmoderna: cada vez menos el problema es conseguir información, tanto como determinar que la información es certera. Partamos de un principio: lo que haremos el próximo domingo seis de junio será lo que hacemos todos los días, que es tomar una serie de decisiones. Unas más importantes que otras. Me explico.
Suena la alarma y habrá que decidir si levantarse o quedarse en la cama (al fin domingo). Una u otra nos llevarán por diferentes caminos, tanto al que decida levantarse (me baño, no me baño) como al que decide no hacerlo (sigo dormido o prendo la televisión). Y así sucesivamente, si me baño, cuál ropa me pongo; si me quedo, qué programa ver. Ad nauseam: qué desayuno, qué libro leo, cuál serie empiezo, pido comida o preparo, etc. Para el mediodía habremos tomado una serie de decisiones a las que llegamos, en las más de las ocasiones, en función de la información que poseemos.
¿Cuál será mi vestimenta? Depende de las actividades que vaya a realizar. ¿Un bautizo? Ropa formal, ¿Hacer el aseo en casa? Con una playera vieja y unos pants basta. ¿Qué desayunaré? Depende de cuáles ingredientes se encuentran a la mano, el dinero que posea, el hambre que traiga. El punto entonces es claro: a más información, se toman mejores decisiones.
Ese día particularmente habremos de elegir a quienes serán nuestros gobernantes, en el legislativo federal y local, y en los ayuntamientos de nuestra entidad. Amén de tomar la decisión de acudir o no a las urnas, ahora la problemática no responde a no tener de dónde elegir (los jóvenes no creerán que hubo una elección presidencial relativamente reciente en la que hubo formalmente un solo candidato) sino a que será tal la cantidad de información que se posea, que lo complicado se vuelve en discernir cuál de toda esa nos es útil para tomar tan relevante decisión.
El día de ayer, la autoridad electoral aprobó el modelo de boleta desde la cual se tomará la resolución mayoritaria sobre las personas que ocuparán los cargos de diputaciones y en los ayuntamientos, y por ende tomarán las decisiones administrativas y legislativas durante los próximos años. ¿Sabe cuántas opciones podrán existir para elegir? Doce. Ya de entrada, elegir representa un reto. ¿Quién es el o la mejor? ¿Qué oferta cada una de las candidaturas? ¿Cuál, en mi fuero interno, me conviene más que gane? ¿Quién, de todas las candidaturas, se ha caracterizado por tener conocimientos, experiencia, voluntad, para el puesto al que aspira? En caso de tener información sobre las personas candidatas ¿Es de una fuente confiable? ¿Obedece a sucesos no comprobables? ¿Habrá manera de verificar lo bueno y lo malo que se dice de las y los candidatos?
Si el sistema encuentra su fundamento en la ciudadanía, la responsabilidad entonces no es menor. Nosotros, desde nuestro papel de ciudadanas y ciudadanos, tenemos la responsabilidad de obtener la información (cosa cada vez más fácil, ya que mucha nos llegará sin pedirla), digerirla, procesarla, descomponerla, contrastarla y finalmente asimilarla, para difundirla, debatirla, rebatirla o aceptarla. Ninguna de estas cosas habrá de ser fácil, y en muchos casos nos quedaremos solamente en consumirla. Seamos conscientes de que la decisión que vamos a tomar exige de nuestra participación (cada vez más activa), primero en una etapa de reflexión y luego en una acción concreta. Apoyémonos en las instituciones, sobre todo aquellas que, por autónomas, procuran ser imparciales, de tal suerte que la información pase por el tamiz del riguroso análisis. Piense bien, entonces, que la información que obtenga será, ni más ni menos, necesaria para elegir.
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