Edilberto Aldán
La iniciativa de reforma electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador no será aprobada, la Oposición, fortalecida por su victoria más reciente al negarle los votos que necesitaba la Reforma Eléctrica de la Cuarta Transformación, aprendió que sólo unida puede hacer conseguir algo. Lo lamentable de este desencuentro es que se deje pasar la necesaria discusión de lo que se debe de hacer para mejorar al Instituto Nacional Electoral, organismo ciudadano pero perfectible.
La propuesta presidencial fue presentada con bombo y platillo durante la conferencia matutina y con la clarísima intención de vender la idea de que beneficiará al pueblo bueno, pues tendremos una democracia más barata y se reducirá el número de diputados plurinominales. Lo que intenta encubrir que la intención presidencial es cobrarle al INE no haber reconocido su triunfo en sus dos primeros intentos por llegar a la presidencia, eso que López Obrador llama fraude. Tan resentido está el presidente que es incapaz de reconocer que el INE funcionó y le otorgó el triunfo en el 2018, según el presidente no fue decisión del instituto, sino “voluntad del pueblo”.
Más allá del intento de cobro de facturas por parte de López Obrador, el presidente eligió poner en marcha su maquinaria legislativa promoviendo su propuesta con base en algunas mentiras, del tipo que disfruta la masa desinformada que carga con una natural desconfianza a los legisladores: reducir el número de legisladores en el Senado, la Cámara de Diputados, los Congresos locales y los Ayuntamientos. A ese cebo se le une la idea de que será el pueblo bueno quienes elijan a sus autoridades electorales, para integrar el INEC y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, no sólo se propone reducir el número de miembros de estos organismos, además, se les someterá a una elección y, con ello, buscar la protección de alguno de los tres Poderes, que serán quienes propongan a los candidatos.
Las mentiras con que envuelve su iniciativa el presidente son de tal magnitud que resulta difícil ver los beneficios de la propuesta; no sólo eso, el linchamiento al que están llamando López Obrador y los morenitas contra todos aquellos que no piensen igual que ellos (la campaña de considerar traidores a la Patria a la oposición) no permite que se establezca un campo propicio para el diálogo. Con la misma soberbia con que se presentó la reforma electoral ya ha sido descartada por diversos miembros de la oposición.
Ya no se trata de discutir si es necesario mejorar al INE, porque lo que propone el presidente es desaparecerlo; no se discutirá la pertinencia de los tribunales electorales locales o los OPLEs, porque lo que se quiere es centralizar esos organismos y colocar a personas afines al régimen; no se hablará sobre el número de legisladores indicados para cumplir con sus funciones, porque de lo que se trata es de sobrerrepresentar al partido que se encuentre en el poder, es reducir los diputados de mayoría y sustituirlos por plurinominales que surjan de listas estatales.
Quizá lo peor de todo esto, es que López Obrador sabe que su propuesta no será discutida y por eso la arroja a la oposición, para que la ataquen con rabia y, al final, a los de Morena les quede un argumento electoral de izarán como bandera: los conservadores no quieren soltar el poder y quieren seguir manteniendo sus privilegios, por eso no aprueban la reforma electoral. Una mentira que sirve para recolectar los votos del resentimiento.
Coda. Sí, uno siembra lo que cosecha, para infortunio de todos, López Obrador se ha encargado de quemar el campo no para enriquecerlo, sólo con la intención de eliminar los cimientos del régimen que quiere transformar, sin distinguir entre lo que sirve y no.
@aldan
