Pocas veces reparamos en la fuerza que contienen las palabras desde su raíz. Al ser un instrumento de uso cotidiano, pareciera de lo más común hilar un par de palabras medianamente coherentes entre sí, y algo tan natural como respirar y propia del ser humano. Quizá le tomamos valor a las palabras en tanto nos marcan: aún recuerdo el ¡Sí, acepto! de mi esposa frente al altar, o los primeros intentos de balbuceos de mi hija y de mi hijo en su esfuerzo por comunicarse. Suelen ser famosas las últimas palabras de personajes célebres, e incluso, hay palabras prohibidas en ciertos contextos. Cuenta la generación anterior que a un famoso cómico lo vetó la Secretaría de Gobernación por hacer un chiste con un juego de palabras sobre el Presidente Juárez y su esposa, que si en su momento ruborizó a más de alguno, hoy pareciera una inocentada si lo comparamos con las palabras que cotidianamente reciben los gobernantes.
Hay palabras dulces y palabras fuertes. No podemos negar el doble sentido tan característico de los mexicanos, e incluso, al pronunciar la palabra Rumpelstiltskin, su propio nombre, el malvado duende libera a la princesa del cuento. Es más, carreras enteras se han destruido o han renacido, luego de un discurso crítico. Ese es el poder e influjo que tienen las palabras en cualquiera de los contextos descritos.
Viene a colación esto, pues mientras preparaba un documento, saltó a mi vista una palabra que en inicio creí mal escrita. Al revisarla de manera exhaustiva, reparé en la estructura misma de la palabra y su relación con otras que escribía, en el contexto de la etapa del proceso electoral en el que nos encontramos. La palabra en cuestión era previsión.
De inicio dudé si se trataban de previsiones o de provisiones acerca de lo que quería hablar, pues como en muchas otras palabras, una sola letra puede marcar la diferencia en lo que se dice y lo que se hace. Previsor es aquel que prevé lo que puede necesitar, proveedor es aquel que facilita lo que se requiere. Pueden ser el mismo, pero en diferentes momentos, claro está.
Estamos a punto de entrar en la etapa en la que los partidos políticos, una vez definidas las y los abanderados de sus siglas a los ayuntamientos del estado, acudan ante la autoridad electoral a registrar sus candidaturas. A partir de ese momento, se comenzará con uno de los trabajos que implican mayor esfuerzo y precisión en su ejecución, que es la producción de la documentación electoral que habrá de ser utilizada durante el día de la Jornada Electoral del próximo domingo 2 de junio.
Desde octubre del año anterior, la autoridad electoral ha tomado sus previsiones para que el procedimiento sea terso. Es una labor que se revisará con lente de joyero para determinar que todas aquellas personas postuladas, en carácter de propietarias o de suplentes, por un partido político o de manera independiente, cumplan con los requisitos que la ley estipula. Desde el nombre correcto, hasta la mínima característica adjetiva que, atendiendo a la legalidad, se encuentre determinada.
Desde ese entonces y de manera gradual hasta la fecha, las provisiones se encuentran, también, listas. Los recursos humanos, financieros y materiales necesarios están siendo dispuestos en las diversas etapas de la impresión, desde el diseño, revisión, producción, embalaje, seguridad, traslados y resguardos, para lograr uno de los objetivos de este proceso electoral. Sí, el más importante es la renovación de los cargos públicos, pero nunca como antes, se requiere seguir día a día, acción tras acción, ganando la confianza de la ciudadanía en la transparencia del actuar de la autoridad electoral y del proceso en su conjunto.
A partir del registro y su eventual aprobación por parte del Consejo General del Instituto Estatal Electoral, se dará comienzo a las campañas electorales, que es el espacio delimitado por la ley, en varios sentidos, para que la o el candidato dé a conocer sus propuestas y el elector tenga la posibilidad de contrastarlas y analizarlas a fin de tomar la mejor decisión, pero eso obedece a otra columna, no precisamente a esta, que paradójicamente por medio de palabras, nos movió a la reflexión de la fuerza en las mismas.
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