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viernes, diciembre 5, 2025

Kumamoto, Bohórquez y Pardinas: los muros están cayendo / El Foro

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Durante los últimos años la opinión pública de nuestro país se había dividido en dos grandes espectros: los que se encuentran en contra del Gobierno (la mayoría de las veces sin argumentos sólidos) y los que se encuentran a favor del mismo (a toda costa, llegando a defender lo indefendible). El debate público era tan pobre que se reducía a la descalificación de un espectro hacia otro. Las ideas se diluían entre los ataques y nada valioso producía el diálogo. Todo era una confrontación pueril, insatisfacción crónica avanzada contra metástasis de fanatismo partidista.

El problema llegó cuando el debate público te orillaba a ser de un bando o de otro. O eras antisistema o eras prosistema. O salías a marchar y odiabas al presidente o eras un vendido e ignorante. O estabas a favor de las reformas estructurales o eras un pejista, un Noroña cualquiera.

Y entre tanta crítica ¿alguien proponía algo? Jamás. Los problemas del país podían esperar, lo importante era demostrar cuan equivocados estaban los de enfrente. De tal manera que los que no se sentían (sentíamos) identificados con los espectros, éramos absorbidos por el monstruo que acaba con todo sistema que pretenda ser una democracia: la apatía.

La apatía y la resignación fueron apoderándose de cada vez de más personas en nuestro país, y no los culpo. Entre escándalos de corrupción un día sí y el otro también y la lejanía que existía (existe) entre el gobierno y los ciudadanos se crearon las condiciones para que a las personas les importara un bledo la vida pública.

Pero dicen por ahí que las cosas buenas siempre pasan a tiempo y justo cuando el país se encontraba en los niveles más profundos de apatía aparecieron tres personas a quienes en esta columna rendiré homenaje: Pedro Kumamoto, diputado local independiente del Congreso de Jalisco; Eduardo Bohórquez, director ejecutivo de Transparencia Mexicana y Juan Pardinas, director general del Instituto Mexicano para la Competitividad.

Ellos, nos demostraron este mes algo que nos devuelve la ilusión: que entre los llamados chairos, quejumbrosos, protesta-por-todo, Aristeguiliebers y últimamente CNTEistas; y el coro de aplaudidores, los lamebotas del sistema, levanta pulgares y ondeabanderas de partido existe otra alternativa de participar, otra manera de pensar, otra instrumento de incidencia para cambiar las cosas: la participación ciudadana institucional.

Y más importante aún: nos demostraron que funciona y funciona mucho más (aunque no nos guste) que las marchas, los Trending Topics, las firmas en change.org y los memes.

Pero ¿qué hicieron estos tres? Sonríe, aquí viene lo bueno.

El jueves 14 de julio de este año en el pleno del Congreso de Jalisco, Pedro Kumamoto, un joven de 26 años que logró por primera vez en la historia que un grupo de jóvenes incidiera en la vida pública de manera real, al ganar una diputación local sin un partido político detrás (y que dicho sea de paso, nos inspiró a hacer lo propio en Aguascalientes el proceso electoral pasado), logró lo que muchos dijeron que era imposible: eliminar el fuero en el estado de Jalisco. El fuero en nuestro país nació como un instrumento para defender la libre expresión de las ideas de los representantes populares sin que existieran represalias, pero con los años se transformó en un pasaporte a la impunidad. Quienes gozaban de fuero no podían ser procesados como un ciudadano común lo que provocó que los servidores públicos lo utilizaran de forma inadecuada para cometer actos de corrupción al amparo de la ley (no obstante que me conduje conforme a la ley, les pido perdón ¿les suena?). Pedro y Wikipolítica han hecho historia una y otra vez en nuestro país (y espero la sigan haciendo) demostrando que la vía institucional sirve, que es efectiva, que lo importante es involucrarnos con propuestas y no quedarnos en la comodidad de la idea de oposición política de la izquierda partidista, que se reduce a votar todo en contra.

Eduardo Bohórquez y Juan Pardinas decidieron también salir de la lógica tradicional de la confrontación entre espectros. Estaban ciertos de que la corrupción se había convertido en un problema muy grave en México y peor aún: nos estábamos acostumbrando a vivir con ello. ¿Qué podían hacer? ¿Convocar a una mega marcha en Reforma contra la corrupción? ¿Lanzar piedras y palos contra los palacios de Gobierno? ¿Vandalizar todas las plazas públicas del país? ¿Sostener que la corrupción “está en el ADN de los mexicanos” y que nunca la vamos a erradicar? No. Decidieron transformar, a través de las instituciones, el régimen en el que vivimos. Impulsaron durante el año 2016 la primer iniciativa ciudadana de la historia de nuestro país: la Ley 3de3. A lo largo y ancho del país 643 mil personas decidieron firmar la iniciativa ciudadana que buscaba combatir la corrupción, que fue presentada al Senado de la República y que pasó a formar parte del andamiaje legal del Sistema Nacional Anticorrupción.

Lograron que el 18 de julio de este año se promulgara la primer iniciativa ciudadana de la historia que, de no existir la presión pública de las instituciones que encabezan, hubiera pasado seguramente a la congeladora del Legislativo. Bohórquez y Pardinas lograron reunir a toda la clase política de nuestro país en el patio de Palacio Nacional para decirles de manera simbólica “amigos, se acabó la fiesta, ahora los ciudadanos mandamos”.

Pedro Kumamoto tuvo un slogan de campaña que cautivó a todos: Los muros sí caen. En su metáfora, los muros eran justo todo aquello que ha hecho daño al país: la corrupción, la impunidad, el nepotismo, la falta de capacidad y la política centrada en los partidos. Y no nos mintió. Los muros están cayendo, por todos lados. Los ciudadanos estamos descubriendo que hay una alternativa fuera de la política partidista y electoral. Que hay muchas vías para cambiar las cosas y que si nos involucramos, pasa.

Las cosas cambian. Los muros caen. Estamos recuperando lo que es nuestro.

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