Hay personas que se están enriqueciendo
Gente que vive en la pobreza
Nadie hace nada porque a nadie le interesas
La gente de arriba te detesta
Hay más gente que quiere que caigan sus cabezas
Gimme tha power – Molotov
En 2009, antes de la existencia de Morena, el Partido de la Revolución Democrática mantenía la jefatura del gobierno de la Ciudad de México con Marcelo Ebrard. En ese entonces, Andrés Manuel López Obrador se presentaba como “presidente legítimo” luego de las elecciones federales de 2006.
Así, en el proceso electoral para renovar las jefaturas de las delegaciones, el tribunal electoral encontró irregularidades en el mecanismo de selección de la entonces candidata perredista Claudia Brugada, por lo que la autoridad electoral impidió que ésta fuera candidata a dirigir la delegación de Iztapalapa.
Ante ese revés de la autoridad electoral, AMLO impulsó a un tal Rafael Acosta Ángeles, alias el Juanito para que, desde el Partido del Trabajo, ocupara la candidatura impedida a Claudia Brugada. En un vergonzante acto público, el actual ejecutivo federal coaccionó al tal Juanito a que, de ganar, tenía que ceder el cargo a la candidata impedida.
Previsiblemente, Juanito ganó la jefatura de la delegación Iztapalapa, pidió licencia médica por 59 días, y el cargo lo ocupó Claudia Brugada. Sorpresivamente, al término de la licencia, Juanito regresó con la exigencia de recuperar el cargo, y el asunto se empantanó de manera absurda y mediática.
El tal Juanito rompió con López Obrador, y –desde entonces– fue defenestrado del movimiento de la tetramorfosis. Su caso quedó registrado como un hecho vergonzoso en el que los políticos manipulan la realidad para obtener el poder. Torciendo a Maquiavelo, el fin justifica los medios, y el fin y los medios son, básicamente, la obtención del poder.
A partir de ese episodio más aleccionador que anecdótico, en la política mexicana se acuñó el término Juanito para referirse a los enroques entre candidaturas que permiten torcer las disposiciones normativas y jurisdiccionales mediante artificios legaloides, para imponer a alguien en el poder.
Por ejemplo, en la LXI Legislatura del Congreso de la Unión, en 2009 cuando ya fungían las cuotas de paridad de género en la selección de candidaturas legislativas, varias diputadas mujeres pidieron licencia para dejar el cargo en favor de sus suplentes hombres. A estas legisladoras se les conoció como las Juanitas.
Lo anterior ocasionó demasiada presión en la opinión pública, de tal modo que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tuvo que adoptar la medida de que las y los suplentes de las candidaturas fuesen del mismo género que quien encabeza la postulación, con la finalidad de que esas licencias no afectaran la paridad.
El fenómeno de los Juanitos y Juanitas sigue presente en la política nacional. El mismo grupo político que innovó la práctica y el término, ante el impedimento legal para que Félix Salgado Macedonio contienda por la gubernatura de Guerrero, ahora impulsa la candidatura de la hija del candidato impedido, para que dicho grupo se haga con el poder.
De ganar Evelyn Salgado Pineda, es poco previsible que “abdique” en favor de su padre. Como también poco previsible es que el candidato impedido se abstenga de manejar los hilos del poder en Guerrero si su hija llega al cargo de gobernadora. Total, que la ley no sería un impedimento para que el pragmatismo político se imponga.
El modo de desfacer este entuerto puede ser legal, pero quizá no sea legítimo. Sobre todo, viniendo de un grupo político que llegó al poder gracias al discurso de que ellos eran distintos a la clase política que llenó de hartazgo a la sociedad. Prácticas así son contrarias a la construcción de ciudadanía democrática a la que aspiramos.
@_alan_santacruz
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