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viernes, diciembre 5, 2025

Mercado de nostalgia / Debate electoral

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Existen conceptos unívocos. El cielo es cielo y el agua es agua. También hay conceptos equívocos, es decir, que una sola palabra puede reflejar más de un concepto. Si hablamos de derecho, podríamos hablar de una lateralidad corporal, de un privilegio, de la ciencia jurídica, y si nos vamos al lenguaje coloquial, de una persona recta. Democracia, por ejemplo, lo mismo significa forma de gobierno que una forma de vida.

Las palabras poseen fuerza en sí mismas. Y si ya de por sí es difícil acotar las palabras en la lengua materna, se complica todavía más al trasladar significados a otros idiomas, tratando de respetar todo el concepto que conlleva asociado la palabra. Para nosotros, en español, es fácil decir que antier fue miércoles, sin embargo, no existe una traducción precisa al inglés de dicha oración. La palabra antier no existe en el idioma de Shakespeare, y por más que se traduzca como the day before yesterday no hay total equivalencia. 

Esto no es privativo de español e inglés. Específicamente el portugués tiene un término que se usa con frecuencia y no tiene una traducción exacta, por lo menos, al español. Me refiero a saudade. Más que una simple palabra, es una construcción antropológica. Es un sentimiento que, tratando de definirlo, conlleva la idea de una distancia en tiempo o en espacio hacia algo que se desea, tanto como para pretender resolver ese trayecto aún sabiendo que ello será imposible. A veces es traducido como añoranza o como melancolía, pero sucede que no son exactamente los sentimientos que se quieren definir. La acepción más parecida es la nostalgia (de nostos, regreso y algos, dolor).

Bien dicen que todo tiempo pasado fue mejor, y esa idea es fácil comprobarla. Pongo un ejemplo: desde que tengo uso de razón el abuelo se quejaba por la música moderna, música que al día de hoy se ha convertido en un clásico, y que en esta cadena interminable, son los ritmos actuales los que empezamos a sentir insoportables. Qué tiempos aquellos.

Quienes ya se percataron de tal situación, han creado un verdadero mercado de la nostalgia. Usando un poco los elementos de los que he hablado anteriormente, es tanto el “dolor” que nos da nuestro presente, que volteamos a la distancia del pasado creyendo que la solución se encuentra en ese viaje en el tiempo. La saudade de pretender volver, aun y cuando sabemos que ello será físicamente imposible, se compensa con la adquisición de productos que, aunque sea de manera momentánea, nos transporten a ese espacio-tiempo en el que, no lo sabíamos, pero éramos felices.

Varias reflexiones se desprenden de ello. Una de ellas la saturación de productos del pasado en este mercado de la nostalgia, en donde lo mismo podemos tener muy modernas consolas de videojuegos, que no son sino réplicas exactas de viejos modelos, telenovelas que fueron éxito en su momento, con nuevos actores, o cantantes que hacen conciertos con lo que les queda de aire y de fama, haciendo las delicias en gradas a jóvenes cuarentones o cincuentones que aún son capaces de disfrutar un reencuentro de grupos que han superado sus diferencias, convenientemente alejados de esa mirada, mezcla de incredulidad y pena ajena, de sus hijos millenials.

Pero además, en este ciclo vital, al voltear al pasado estamos perdiendo de vista el presente que hará que, cuando llegue el futuro, echemos de menos. No sabemos que, aquí y ahora, somos felices, pero lo sabremos en un futuro, y ahí habrá todo un mercado que nos hará recordarlo.

Dentro de las voces que hablan de reformas al sistema político mexicano, hay algunas, las menos afortunadamente, que entran dentro de este mercado de la nostalgia, y añoran con todas sus fuerzas volver a esquemas anteriores antidemocráticos y que revierten logros alcanzados en treinta años de historia político-electoral. Estos avances no podemos darnos el lujo de perderlos. Centralismo recalcitrante, opacidad, partido único, afiliaciones corporativas, y otras muchas figuras más, cuentan con el atractivo de ser esquemas utilizados anteriormente con relativo éxito en las condiciones en que se instauraron, que definitivamente no son las actuales. 

Como reflexión final, no permitamos que esa nostalgia por el pasado termine por arruinarnos el presente.

 

/LanderosIEE | @LanderosIEE

 

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